Natán Alterman
De entre todos los pueblos
(1942)
Con el llanto de nuestros hijos bajo las horcas
no oímos la ira del mundo.
Porque de todos los pueblos nos has elegido,
nos has amado y nos has apreciado.
Porque de todos los pueblos nos has elegido,
de los noruegos, checos e ingleses.
Y cuando nuestros hijos caminan hacia la horca,
niños judíos, inteligentes,
ellos saben que su sangre no tiene valor entre las sangres -
sólo gritan a sus madres: ¡no miréis!
Y el hacha devora de día y de noche,
y el Padre Cristiano en la ciudad de Roma
no sale del palacio con el signo redentor
para encontrarse un día en un pogromo.
Encontrarse un día, un solo y único día,
en el lugar donde se encuentra ya años, como un chivo,
un pequeño niño,
judío y anónimo.
Y es grande la preocupación por los cuadros y esculturas
que no sean bombardeados las reliquias artísticas.
Pero no así se preocupan por los tesoros artísticos de cabezas de pequeñas criaturas
que son destrozadas contra muros y aplastadas en carreteras.
Sus ojos hablan: no mires, madre,
cómo nos han alineado en largas filas.
Como soldados veteranos y famosos somos,
aunque de poca estatura.
Sus ojos dicen algo más:
Dios de nuestros padres, sabemos
que nos has elegido de entre todos los niños,
que nos has amado y nos has apreciado.
Que nos has elegido de entre todos los niños,
para ser asesinados frente a tu trono de honor.
Y nuestra sangre has puesto en jarrones,
porque no hay nadie más que la recoja.
Y tú la hueles como si fuese fragancia de flores
y la recoges toda en un paño,
y nos solicitarás de las manos de los asesinos
así como de las manos de los que guardan silencio.

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