Dotán Brum
Ioré
Garín Alpaka, Kvutzat Habejirá, Majanot Haolim, 2006
Al juntarse una bandada de nubes
por sobre techos y canaletas,
se extendió el valle sobre sus gallineros,
y sus campos empapados de rocío.
Y al correr el autobús
entre la ciudad del valle y el kibutz
por fin silban los limpiaparabrisas
canciones de alabanza a las lluvias.
Como los frutos del campo y los silvestres
(que recolectamos ya hace tiempo)
también el calor del verano recolectamos,
portador de lluvias a granel y de siroco.
Las rutas abren sus ojos
elevan su mirada al cielo
y murmuran hacia allí con ternura:
¡Bendito quien hace descender las lluvias!
Un cuervo sobre los cables avisa.
El Ioré castiga hojas vitrales
(No por casualidad
fue creado el hombre en Tishrei.)
Un trueno ensordecedor
hace temblar los fundamentos del Cielo:
¡Jinete de las nubes, continúa bañando!
¡Lluvia! ¡Lluvia para siempre, hasta el infinito!
Y cuando la bendición de las lluvias fluye
el mundo se detiene
y repiquetea imperturbable,
una granada entre la tierra y el cielo.