Yehuda Amijai
Soldados desconocidos
No tenemos soldados desconocidos,
no tenemos una tumba al soldado desconocido.
Quien desee colocar un ramo de flores
deberá desarmar su ramo
en muchas flores, deshojar las flores
en muchos pétalos y, entonces, dispersarlos.
Y todos los muertos vuelven a sus hogares...
y todos tienen nombres,
tú también, Yonatán,
mi alumno; tu nombre aparece en la agenda de la clase
igual que en las listas de los muertos.
Tú, que fuiste mi alumno,
que eras dueño de un nombre,
de tu propio nombre.
Hace poco me senté contigo
en la caja de una camioneta en un camino de tierra
cerca de Ein Gedi. El polvo
se elevaba detrás de nosotros
y no veíamos las montañas.
El polvo ocultaba lo que habría
de ocurrir tres años
más tarde: en este momento.
Pido también a aquellos que no lo conocieron,
que igualmente lo amen tras su muerte,
ámenlo: ahora es un espacio,
un lugar vacío cuya forma es - su forma,
y su nombre es - su nombre.

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