Elifelet
Natán Alterman



Sasha Argov
Entonemos la canción de Elifelet
y recitémosla todos en alta voz:
cuando todavía muy poca edad tenía
ya de muy pocas luces parecía.
Los vecinos de él chismeaban
que de él nada bueno saldría.
Elifelet era un niño sin temple,
ni una pizca de carácter tenía.
Si un juguete de las manos le quitaban,
confundido y sonriente se quedaba,
sonriendo sin saber por qué,
ni cómo, ni por qué razón ni de qué manera.
Y parecía que, alrededor de él,
algo entonces se alegraba y cantaba.
Sin razón y sin saber de qué manera,
sin ningún dónde, cómo ni porqué,
sin adónde ni de qué lado,
sin cuándo y sin dónde ni cuántos.
Porque, en su torno, como desde violines y flautas
una melodía iluminadora resonaba.
De qué serviría explicártelo,
¡qué chico tan especial eras, Elifelet!.
En una noche de batalla con explosiones de fuego,
entre los soldados del escuadrón la voz se corrió:
la posición delantera estaba desconectada,
la provisión de municiones hace rato se agotó.
Entonces, Elifelet sintió como si fuera
su deber la provisión reponer,
y puesto que ni pizca de carácter tenía,
frente al fuego directamente se arrastró.
Y, al volver, aturdido y herido,
se desplomó, arrodillado y sonriente.
Sonrió sin saber por qué,
ni cómo, ni por qué razón ni de qué manera.
Y en el corazón de sus amigos, por extraño que parezca,
algo entonces se alegró y cantó.
Sin razón y sin saber de qué manera,
sin ningún dónde, cómo ni porqué,
sin adónde ni de qué lado,
sin cuándo y sin dónde ni cuántos.
En su torno, como desde violines y flautas
una melodía iluminadora resonó.
De qué serviría explicártelo,
¡qué chico tan especial eres, Elifelet!.
Y, por la noche, con un casco de acero,
descendió del cielo el ángel Gabriel,
y se dirigió a la cabecera de Elifelet,
que reposaba en su puesto en la cima del monte.
Y le dijo: no tengas miedo, Elifelet,
Elifelet, no temas ni te inquietes...
en los cielos nos complace tu manera de ser,
a pesar de que ni pizca de carácter tienes.
Esta canción es simple y también algo extraña,
no tiene ningún comienzo, continuación ni fin;
la cantamos sin saber por qué,
ni cómo, ni por qué razón ni de qué manera.
La cantamos así, sin razón, es extraño,
porque algo en ella se alegró y cantó...

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