Bajo el esplendor de las estrellas del cielo

pon tu mano sobre mí.

Cada palabra mía es una lágrima,

por favor, procúrales refugio en ti.

Tus estrellas su brillo irradiarán

al sótano que ven mis ojos,

pero ni un haz de luz tengo, siquiera

para tal obsequio iluminar.

 

Pues en quién, sino en ti

podré aun depositar mis esperanzas.

Todos mis días fueron lamidos

por el fuego de mi corazón.

En los sótanos el silencio reposa

y la sangre del asesinato penetra.

A los techos de mi alma se infiltra

intentando averiguar dónde está Dios.

 

Un gemido salvaje alza callejones y áticos.

Y yo, con una cuerda desgarrada,

sigo cantándote esto:

Bajo el esplendor de las estrellas del cielo

pon tu mano sobre mí.

Cada palabra mía es una lágrima,

por favor, procúrales refugio en ti.