"El año próximo en Jerusalem"
Alegoría apropiada para lo que pedimos al final del día sagrado, "El año próximo en Jerusalem"
Se cuenta de un rey que tenía una hija bonita. Dado que había llegado a la edad de casarse, quiso hallarle marido. Vinieron ministros y nobles que la pretendían y ella los rechazaba diciendo que este era un glotón y el otro era un ebrio. El rey juró: "Al primero que encuentre la daré". Ocurrió que apareció un aldeano. Cumplió y la casó con él. El aldeano la llevó y la trajo con él a la aldea e hizo con ella como hace un aldeano. Se ensombreció el rostro de la hija del rey, y los aldeanos se burlaban de ella, y ella escribía esquelas de pesar a su padre. Sintió el rey compasión por su hija amada y le fijó una fecha para visitarla. Dado que corrió la noticia de que el rey estaba por venir, sintieron temor, limpiaron la casa y comenzaron a adornar a su hija con adornos apropiados y a mimarla con todo tipo de gustos. A los pocos días vinieron mensajeros y anunciaron que el rey vendría pronto. Salieron los aldeanos a recibirlos con honores y los recibieron en sus casas. Unos días después llegó la noticia de que el rey venía. Vistieron a su hija con hermosos vestidos blancos y encendieron muchas velas hasta que toda la aldea quedó iluminada. El rey vio el honor hacia su hija y se alegró, se sentó con ella y se divirtió con ella. Dado que llegó el tiempo de retirarse, su hija se lanzó a sus brazos y lloró con gran llanto y dijo: "Padre, padre, ¿cómo dejas así a tu hija?" Le dijo su padre: "¿Qué tienes, hija? Veo que gozas de mucho honor y grandeza." Ella lloró y dijo: "Todo este honor que tú ves no es más que por el día de hoy, pues escucharon que venías a visitarme y temieron por sí mismos y me hicieron honor. Ahora que te vas de mí volverán a despreciarme". Dijo el rey al esposo de su hija: "¿Es posible que estés obrando de este modo con mi hija? ¿No sabes que es hija de un rey?" Lloró el esposo y dijo: "Lo sé, pero qué puedo hacer si soy pobre, y mi manutención me pesa y no puedo tratar a tu hija como es debido, solo que vivo entre personas que no conocen las virtudes de tu hija. Pero tú, que eres un gran rey, dado que has trabado lazos de matrimonio conmigo y me diste a tu hija, llévame a tu lugar y dame una tierra en tu país, y viviremos yo y tu hija allí y me conduciré con ella con honor, tal como corresponde obrar con la hija de un rey".
Este rey es el Rey de Reyes, el Santo Bendito Sea, que ha querido dar a Su hija, Su Torá, al primer hombre. Dijo la Torá: "Es un glotón, que come del árbol del conocimiento". Quiso dársela a Noé. Dijo: "Ebrio es de vino". El Santo Bendito Sea cumplió y nos la dio a nosotros. Pero nosotros la menospreciamos y la ofendemos, entonces ella escribe todos los días esquelas de pesar a su Padre.
Dado que llegan los días de Elul, los mensajeros del Rey, estos son quienes nos anuncian que el Rey está por venir. Enseguida los recibimos con Torá y rezos y buenas acciones, hasta que se escucha la voz del shofar de Rosh Hashaná, y salimos todos al encuentro del Rey y lo llamamos Rey y Él está entre nosotros y nosotros andamos a Su luz y nos arrepentimos. Y dado que llega Iom Kipur, el Rey Santo Bendito Sea Su Nombre se sienta con nosotros y ve a Israel limpios como los Ángeles Enviados, vestidos de blanco y envueltos en talitot blancos, parados de noche a noche con santidad y pureza y rindiendo honor a la Torá, esta sintiéndose como satisfecha y Él alegrándose con la Torá. Y cuando llega la hora de la partida de la Shejiná luego del servicio de Neilá, la Torá estalla en llanto y dice: "Padre, Padre, cuando me dejes, ellos me quitarán de inmediato todo mi honor".
Dice el Santo Bentido Sea a Israel: "¿Es posible que ustedes estén haciendo eso a mi hija? ¿Acaso no saben que es hija de un Rey?"
Dice la congregación de Israel al Santo Bendito Sea: "Soberano del Universo, lo sabemos. Pero ¿qué podemos hacer si somos pobres y no tenemos lugar para nosotros mismos, que podamos albergar a tu Hija con honor. No solo eso, sino que moramos entre gentiles que no conocen las virtudes de la Torá y no podemos respetarla como se debe. Pero Tú, que gran Rey eres, como está dicho acerca de ti (Salmos 24, 1): "La tierra es del Eterno, y todo lo que ella contiene". Haznos ascender a Tu Tierra y danos lugar en tu país, y honraremos la Torá con todo lo que le corresponde. Es por lo que rezamos en esta hora en que la Shejiná se retira, hasta el año que viene en Jerusalem.
Tesoro de las leyes y las costumbres, por el Rabino David Eisenstein.