Yitzhak Sadé
La Sangre de los Macabeos
En la Diáspora, nuestra sangre fue derramada como si hubiese sido agua durante muchas generaciones, cientos de años - en todos los países y en todos los climas, pero nuestra sangre no hizo crecer ninguna planta, no hizo florecer ninguna flor. Sólo charcos quedaron, charcos emplomados de sangre. Y, con el paso de los años, ellos también se secaron. Sólo en esta tierra, nuestra patria, se hace ver entre las demás flores esta pequeña florcita roja de baja estatura que lleva el nombre de la Sangre de los Macabeos...
Aquí paseamos por el campo, aspiramos el ambiente de Modiín, observamos el paisaje de las colinas desnudas, trepamos por los acantilados, y subimos y bajamos por los mismo senderos y caminos que fueran transitados por los Macabeos. El espíritu se llenó de vida y se vistió con piel, huesos y tendones.
... Porque la justicia debe hacerse realidad aquí y para nosotros. Y no un sueño de justicia, no una concepción abstracta del concepto de la justicia. La justicia aquí debe ser real. Crecerá como los campos de trigo, cebada y granos, en los campos que son sembrados con lágrimas y cosechados con alegría y que, si es necesario, son regados también con sangre...
Y esa sangre, digámoslo con toda simpleza y seguridad, es la misma que fluye en nuestras venas. En cuanto a esto, ellos y nosotros somos iguales. Y de cada gota de nuestra sangre que caiga en la tierra de nuestra patria, brotará una flor de baja estatura, una pequeña florcita roja que llevará el nombre de ellos. Porque esta tierra hace crecer para nosotros cada especie de planta y cada flor.

More >











