Reut Ron
Relato para Tuveshvat
¿En qué se relaciona el año nuevo de los árboles, los diezmos y las obras culturales?
«Los cuatro comienzos del año son: El uno de Nissan, año nuevo para los reyes y las peregrinaciones; el uno de Elul año nuevo para el diezmo de las bestias; el uno de Tishrei año nuevo para shmitá y cultivos para plantar y para hortalizas; el uno de Shvat, año nuevo para el árbol, como dijo Bet Shmai, Bet Hillel dicen - el quince de este»
(Mishná Tratado de Rosh Hashana Seder Moed)
¿Qué nos dice este párrafo sobre el año nuevo para el árbol? Y lo más importante ¿qué nos dice sobre las obras culturas y de nosotros como pueblo?
Aparentemente el extracto presenta multiplicidad. ¿Por qué se necesitan tantos años nuevos? Cada cosa tiene su año nuevo. Incluso sobre la fecha del año nuevo para el árbol, no es posible para la cultura judía, llegar a un acuerdo, nuevamente controversia y multiplicidad.
Pero de hecho el extracto habla sobre unión, unión del tiempo y unión del lugar.
¡Que son de hecho los fundamentos de la obra cultural conjunta!
¿Cómo es eso?
El año nuevo para el árbol, no es el cumpleaños de los árboles, tampoco es una fecha adecuada para plantar a pesar de que el sionismo con la misma terquedad soñadora que lo caracteriza, intentó convertirlo en esto. En su momento, antes de que importaran los cítricos, y antes de la era de los invernaderos y frigoríficos, no era le fecha en que maduraban las frutas. Justamente porque no había frutas en esta estación en el medio del invierno, esta fecha fue establecida como «la fecha determinante» para separar diezmos. El comienzo de un nuevo año tributario. Lo que maduró hasta Tuveshvat será calculado para el año anterior y ahora comienza una cuenta nueva.
Tuveshvat es entonces la fecha en que comienza el año tributario. Más allá de la pregunta interesante de cómo se convierte la determinación del año tributario en una festividad, surge la pregunta respecto a los diezmos y la unión del tiempo y del lugar. ¿En que se relaciona la fijación de una fecha económica y la obra cultural?
Para comprender esta relación hay que comprender que son los diezmos. Los diezmos son el impuesto al tiempo anterior. Pero hubo varios tipos de diezmos:
El primer diezmo - Un décimo del cultivo se otorga al Levi. Un décimo de lo otorgado al Levi se transfiere al Cohen. Los Leviim y los Cohanim no tienen tierras, sirven al público, son el sector público de la era antigua. La preocupación por aquel sector es consecuencia de estos dos sentidos, relacionados el uno con el otro. Primero no tienen fuentes de ingreso, es decir tierras, no tienen medios por lo que una sociedad justa debe ocuparse de ellos. Segundo sirven al público con su trabajo santo, y el público debe mantenerlos para que sigan sirviéndolo.
Segundo diezmo - Un décimo del cultivo que queda luego de separar el primer diezmo y una gran contribución. Se acostumbra en los años 1, 2, 4, 5 del ciclo de siete de la shmitá. Se sube a Jerusalén y se come ahí o se cambia y se usa el dinero para mantenerse durante la peregrinación.
Diezmo de los pobres - Un décimo del cultivo que queda luego de separar el primer diezmo y una gran contribución. Este diezmo se acostumbra en el año 3 y 6 del ciclo de Shmitá.
¿Y así mismo, que tiene que ver todo esto con la cultura? ¿Qué tiene que ver todo eso con la unión del tiempo y el lugar?
La discusión al comienzo de los años destaca la importancia de determinar el tiempo conjunto. Y la discusión entre Bet Hillel y Bet Shamai incluso destaca cuan fatídica es la cuestión. Si se trata sólo de un año tributario, ¿por qué es tan importante para los sabios la diferencia de dos semanas? Esto es debido a que aquellos sabios, conocen la importancia del acuerdo, la importancia de la determinación conjunta, la importancia del reloj, y el calendario para generar la unión del pueblo, y crear un ambiente conjunto. Se deben determinar las fechas conjuntamente, y calcular juntos de la misma manera el dinero, y definir juntos asuntos políticos, nacionales y económicos. Comprenden que no se puede separar la cultura de la economía (año nuevo para el diezmo, shmitá y cultivos), entre la cultura y la política (año nuevo para las peregrinaciones y los reyes). La cultura no es lo que hago en las horas de óseo, la cultura no es cuán lindo festejo una festividad, la cultura es la manera en que se llevan las ceremonias y las costumbres que acostumbro en todo mi estilo de vida.
Los diezmos nos enseñan más que eso. La importancia del primer diezmo y el diezmo de los pobres para la existencia de una sociedad justa es clara. Estos diezmos colocan los fundamentos de dos aspectos del Estado de Bienestar: preocupación por el débil y existencia basada en el servicio público.
Pero esto es sabido y claro, quiero enfocarme justamente en el segundo diezmo, el diezmo que se lleva en la peregrinación. Este diezmo nos enseña una significativa lección sobre la importancia de la unión del lugar y el tiempo para la cultura. En 4 de 7 años ordenamos dedicar un décimo de nuestro cultivo al importante acto cultural de peregrinación a Jerusalén. El propietario del cultivo no dona el dinero a otra persona, no se lo da a los sacerdotes o al santuario, sino que sube por sí mismo a Jerusalén, al centro político y espiritual del Pueblo Hebreo. Se trata de una participación activa en una obra cultural que reúne a muchas personas juntas por un periodo nada breve. Aquí hay una invitación e incluso una ordenanza de salir de la rutina laboral, de la ocupación local, a un encuentro verdadero y no teórico de todo el pueblo o de grandes partes de él. La peregrinación es la excursión anual del Pueblo Judío, y el segundo diezmo es el equipamiento, o el presupuesto para esta excursión. Nuestros sabios como grandes educadores, sabían cuál es el valor de la experiencia tangible y física para crear un grupo. Sabían que fuerza tiene la reunión en la excursión, en la naturaleza, y cuán importante es la visita frecuente en los centros culturales, en el museo, en los sitios de legado, y en las instituciones para generar la identidad común.
Hay aquí una orden destinada a cumplir la unión del lugar y el tiempo, así como cumplir el centro espiritual y político del Pueblo Judío. Cada uno no actuará como más le conviene, ni cada uno festejará cuándo y dónde le venga bien, no una política de privatización donde se acostumbra según las costumbres del lugar y las costumbres de la comunidad, ¡No! Todos juntos como pueblo definiremos nuestras fechas agrícolas económicas y ceremonias, hasta el nivel del día exacto (Bet Shamai dice el 1 de Shvat y Bet Hillel dice el 15 de él), y todos juntos como pueblo nos juntaremos, encontraremos y señalaremos nuestras fechas juntos.
Justamente hoy en la era de la comunicación, los medios y el Internet en la que podemos, como dice Iftach Godlman en su artículo sobre la comunidad, ser miembros activos en infinitas comunidades virtuales, sin salir de la casa y sin saber el nombre de la vecina tangible que vive en el departamento tangible próximo al nuestro, justo hoy que podemos votar por sms y definir a nuestros héroes culturales, sin encontrarlos, podemos saber cómo reaccionar e incluso influir sobre los titulares de los periódicos y la prensa sin encontrarlos realmente y las personas sobre las que influirán esos titulares, justo hoy esta ordenanza es más fuerte y relevante que nunca.
Si queremos un pueblo, si deseamos la cultura, debemos diseñar nuestra vida y crear la reunión de la festividad que es posible solo uniendo al tiempo y uniendo al lugar. No nos resulta suficiente cada uno en su casa, no nos resulta suficiente que cada uno actúe según su lugar y comunidad a pesar de que este también es de gran importancia. Pero no nos resulta suficiente, queremos lo público, la peregrinación a Jerusalén, el encuentro verdadero del hombre con el hombre, la comunidad con la comunidad.
Este encuentro no es ni fácil ni sencillo. Es más fácil mantenernos y mantener nuestras costumbres únicas que nos resultan apropiadas. Para crear una cultura amplia, para poder mantener un pueblo, debemos salir de nuestro lugar y peregrinar a Jerusalén. Nos llaman a construir una cultura todos y no sólo a ilusionarnos de que influimos sobre nuestras vidas una vez cada tantos años en las elecciones, y no llamar a la unión y sorprendernos de ella sólo cuando hay una guerra. Nos llaman a invertir nuestros recursos para que este encuentro público tenga lugar.
Si sabemos salir del ámbito de nuestro grupo y comunidad y encontrar diferentes partes de este pueblo, si insistimos en construir una cultura común en la que también es extenso y también profundo y auténtico, una cultura que no separa entre la fiesta y la ceremonia y la economía y la política, una cultura que está ocupada en su Jerusalén - en su foco espiritual y de valores y no en la definición de sus límites - quien está con nosotros y quien en nuestro contra, una cultura que se hace responsable sobre todas las partes del pueblo, tanto quien se encuentra en sus márgenes y quienes cumplen funciones en él, una cultura en la que salen de la casa particular (física y simbólica) hacia toda la sociedad, hacia Israel y la naturaleza, si insistimos sobre la unión del tiempo y el lugar, si hacemos todo eso, lograremos crear una sociedad civilizada.
Una sociedad en la que hay unión, una sociedad en la que hay «juntos» es una sociedad con una rica cultura digna de sus festividades.
¡Felices fiestas!

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