Por orden de nuestro líder Herzl, me dirigí a Basilea para efectuar todos los preparativos para el Primer Congreso Sionista Mundial. Entre las muchas preguntas de las que me ocupé entonces, había una que constituía el gran problema hebreo: ¿Con qué bandera engalanaremos la sala del Congreso? ¡No tenemos Bandera! Esta pregunta me provocaba gran dolor. Debemos crear una bandera, ¿pero qué colores elegiremos? Entonces, la idea se encendió en mi mente: sí tenemos una bandera azul y blanca. El talit (manto ritual) con el que nos cubrimos en nuestras plegarias día a día, ¡es nuestro símbolo! Lo extraeremos de su estuche y lo enarbolaremos ante los ojos de Israel y del mundo. Entonces, encargué una bandera azul y blanca con una Estrella de David dibujada en ella. Así nació nuestra bandera nacional.»

 

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