Érase un rabino muy pobre y desdichado, que amaba especialmente la mitzvá de las Cuatro Especies. Cada año ahorraba centavo a centavo para poder comprar un etrog perfecto. En la víspera de la Fiesta de Sucot, tomó sus pequeñas monedas y salió hacia el mercado a comprarse un etrog. Vio a un hombre allí parado llorando. "¿Por qué llora el buen judío?", le preguntó. "Soy un carretero, un carretero pobre", respondió el hombre. "Hoy mi viejo caballo murió y no tengo dinero para comprar otro, y he quedado sin trabajo". El rabino le dio sus monedas, para que comprara con ellas un caballo.

 

El rabino regreso a su casa y su esposa la rabanit le preguntó: "¿Dónde está el etrog? Muéstrame el etrog perfecto".

 

"Esta noche", respondió el rabino, "toda la Casa de Israel bendecirá sobre el etrog, ¡y nosotros bendeciremos sobre un caballo!"