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Fuentes y filosofía/
Rosh Hashaná

Tanjum Tanpilov

Con el Año Nuevo

Degania Alef, "Davar LaYeladim", 1941

Rosh Hashaná en la Diáspora y en Eretz Israel, hace muchos años y hoy en día

 

Las festividades en la Diáspora dejaron en nosotros, niños y jóvenes, una impresión imborrable. Cada festividad tiene allí su propio carácter. La alegría se sentía en cada rincón de la casa y también afuera, en especial entre los niños. Pero no ocurría lo mismo con Rosh Hashaná. Esta fiesta dejaba en nosotros una impresión especial. Ya en la víspera de la festividad mirábamos el "calendario" y sentíamos que algo había terminado, y arrancábamos la última hoja.

 

Hacia la noche y al día siguiente los judíos corren al templo y los niños con ellos. Aquí, en la sinagoga, cada judío vuelca su amargura, pide clemencia y narraba sus desgracias ante el Creador. Los niños estaban parados junto a sus padres, y también ellos sentían que era de verdad un día especial y no como todos los días del año, ni siquiera como los restantes días de la fiesta. Me parece, que los días de Rosh Hashaná, eran otros niños, más silenciosos y obedientes. Ellos también sentían que hoy debían rezar y pedir un año nuevo mejor, para ellos mismos, para sus familias y para todos los judíos.

 

La hora de la víspera de Rosh Hashaná nos dejaba una impresión agradable, cuando los judíos iban al río para el "Tashlij". La costumbre en Rosh Hashaná es ir a la orilla del río y sacudir al agua todas las faltas y los pecados cometidos durante todo el año, con plegarias especiales: "Sean arrojados nuestros pecados a la profundidad del mar". En ese momento, los niños se escabullen y juegan en la orilla del río, entre los árboles. El clima es en general agradable, y el juego en el bosque era muy divertido.

 

Después hice aliá. En los primeros años no sentí las festividades de modo especial, porque el trabajo y la vida en la nueva sociedad y las bellezas del país llenaron todo mi corazón y mi alma. Solo después de un tiempo de vivir en la kvutzá comencé a reflexionar sobre la fiesta, y a reproducir en mi memoria las fiestas de mi infancia. Recuerdo que tuve días de pobreza y privaciones. Estudiaba en el "Jeider" de la mañana a la noche, mi Rabi era ya muy viejo y nos enseñaba Torá. Dejé el "Jeider" aun siendo muy joven, porque mi padre no tenía medios para pagar mis estudios. Tuve que empezar a trabajar a edad temprana, mantenerme y ayudar a mi familia. Al mismo tiempo, todos mis pensamientos y ambiciones eran viajar a Eretz Israel. Pasaron años y mi sueño se realizó. Vine a Eretz Israel junto con amigos comencé un nuevo capítulo en mi vida, el trabajo de la tierra, y nueva vida social. Antes en Judea, luego en la Galilea, hasta que llegué a la costa del Kineret y el Jordán en la kvutzá Degania.

 

En Rosh Hashaná nos reunimos para una asamblea de miembros. Comenzamos a hacer un balance de nosotros mismos, sobre nuestra vida social y cultural. ¿Hemos vivido con justicia y en paz, no nos hemos ofendido unos a otros, hemos sido todos responsables por nuestro trabajo durante el año? Al día siguiente fuimos a nuestro río, el Jordán. Pero les diré la verdad, niños, que nuestras ropas no sacudimos, y que nuestros pecados allí no arrojamos. ¿Por qué habríamos de hacerlo? Sentíamos que no habíamos hecho mal a nadie, nada robamos y a nadie engañamos. Trabajamos en silencio nuestra tierra, y ella, la buena tierra, nos había retribuido con creces por nuestro duro trabajo. Habíamos sembrado, cosechado y comido, nosotros y nuestras bestias. El sobrante vendimos, y también otros disfrutaron así de nuestro buen trigo limpio.

 

Disfrutamos de la fiesta con cantos y danzas y terminamos con una plegaria: que este nuevo año sea bendecido con todo el fruto de nuestras manos, que nuestra idea, la idea del grupo, se expanda, en Israel y en el exterior, que el pueblo de Israel se ilumine de entendimiento y pueda comprender que le falta una tierra propia, y venga a construirla y darle vida nueva.

 

Desde entonces han pasado años. Cuando llega Rosh Hashaná nos reunimos en nuestro comedor, bello y arreglado, los grandes con los pequeños. Uno de los javerim resume el año que pasó y bendice a la kvutzá, el poblado y al pueblo judío con un Shaná Tova, y un deseo de que el próximo año el gobierno del mal sea desterrado del mundo, y llegue la libertad que reine sobre todo el mundo. Y entonces vendrá también la redención sobre todo el pueblo judío

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