Aaron Megued (1965)
De la esclavitus a la libertad
Nuestra epopeya trata de la salida de la esclavitud a la libertad. Pertenecemos a un pueblo muy antiguo, y uno de los pocos cuya epopeya no trata del heroísmo guerrero. Nuestro pueblo no ha escrito poemas como la Epopeya de Gilgamesh, la "Ilíada" o la “Odisea", o como otros poemas de épocas posteriores tales como el Cantar de Roldán, el Rey Arturo de Bretaña, Harald el nórdico, o el Cantar de los Nibelungos germánico. Nuestra gran epopeya no es la narración de una guerra, sino la de la salida de la esclavitud a la libertad y el éxodo a través del desierto hacia la Tierra Prometida. Si bien es cierto que "los carros del Faraón y su ejército fueron arrojados al mar y varios de sus mejores oficiales se ahogaron en el Mar Rojo", aun así, la gloria está “en manos de Dios” y no del hombre.
Cuarenta años de peregrinación por el desierto, viajando y acampando, viajando y acampando y, entre ellos, el episodio de “Matán Torá” (la entrega de la Torá) en el Monte de Sinaí. Es nuestro recuerdo nacional más profundo, el cual ha sido santificado por la tradición y es el que unió a las tribus convirtiéndolas en una nación. La conquista de Canaán por Yehoshúa y las guerras de defensa de los shoftim (jueces) están narradas como una historia incrustada de leyendas arcaicas, pero ni Yehoshúa ni ninguno de los jueces fueron tan santificados como Moisés y Aarón; como tampoco fue David el Conquistador quien quedó grabado en la memoria del pueblo por generaciones, sino David el joven pastor que derrocó a Goliat, y el David que tocaba bellas melodías y el autor de los Salmos; así como no es Shlomo el soberano a quien recuerda el pueblo, sino Shlomo el más sabio de todos los hombres.
No soy una persona religiosa, pero creo en el poder de los mitos que acompañan la historia de una nación. El mito tiene historia y sabiduría popular, así como un destino y un sentido de futuro. ¡Cuán maravilloso y único es el hecho sin precedentes en la historia de las naciones de que nuestro mito nacional comience con las dos palabras “Lej lejá” (¡Márchate!). Estas dos palabras son como una clave musical que determina la melodía de la historia de miles de años. El comienzo del viaje, las peregrinaciones, el anhelo a la patria, el arraigamiento en la patria.