Zivia Lubetkin
El secreto de la fuerza del Movimiento
Ciertas preguntas no daban reposo a los camaradas en Israel, así como tampoco a nosotros. La primera pregunta era: ¿Cómo es posible que todo un pueblo haya caminado así, con el cuello extendido, a la masacre? En mi relato intenté explicarlo lo mejor que pude. No sé qué conclusión se desprende de mis palabras. Pero quiero decir, a pesar de que eso no nos ayuda ni hace las cosas más fáciles para nosotros, que dudo mucho si otro pueblo hubiera resistido de igual manera semejantes condiciones de terrible soledad, enfrentándose a esa máquina tan perfeccionada y organizada de los alemanes. Sabemos cómo fueron a su matanza los polacos y los prisioneros rusos, y cómo se rindieron naciones enteras a los nazis.
La segunda pregunta era: de dónde provenía esa fortaleza del movimiento pionero, el movimiento juvenil, que asumió, quizás algo tarde y en días tan difíciles, el timón del liderazgo sobre la vida judía. Creo que no es necesario buscar muy lejos para encontrar las respuestas a esta pregunta. No es cierto, y es también muy doloroso saber que hay quienes piensan que la postura erguida de los jóvenes dentro de todo lo que nos ocurría había sido cosa de muy pocos individuos. De Yitzhak o Zivia o Mordejai o Frumke. Todos hemos vivido y seguimos viviendo nuestras vidas con la conciencia de que quién sabe cuál hubiera sido nuestro destino de no haber sido miembros del Movimiento, sin que hubiésemos absorbido desde la infancia los valores que nos habéis inculcado. Es ello, de hecho, el secreto de la fuerza del Movimiento: que siempre supo ser exigente con sus miembros. Su meta era educar, y educó a personas revolucionarias, que eran capaces de mantenerse erguidos y enfrentar los diferentes períodos y las duras situaciones vividas durante la resistencia del pueblo, la emancipación de las personas en Israel, y la independencia del ser humano en general. Sólo gracias a la educación que hemos recibido es que pudimos atravesar esa época... Fuimos capaces de soportar las condiciones del gueto únicamente porque formábamos parte de una Comunidad Colectiva, porque sabíamos que no nos encontrábamos solos. Cada judío había sido colocado solitariamente frente a su destino. Solitario y abandonado frente a un enemigo de colosal potencia. Pero nosotros, desde el primer momento y hasta el final, nos enfrentamos a ello como una comunidad colectiva, como un Movimiento. Esa sensación de tener un Movimiento, de saber que hay personas que se preocupan las unas por las otras y que hay un camino común, es la que nos permitió a cada uno de nosotros hacer lo que hicimos. Lo más trágico fue que había judíos que no sabían qué hacer. Desde los primeros días, desde el comienzo de la gran desmoralización en el gueto y hasta los días del exterminio y la muerte - no sabían qué hacer. Mientras que nosotros sabíamos qué era lo que deseábamos en vista de los valores bajo los cuales nos habíamos educado. Buscamos y encontramos el camino. Ésa fue la fortaleza que nos permitió sobrevivir.