Hertzel sobre Jerusalén
Al final del mes de octubre y comienzo del mes de noviembre de 1898, visitó Hertzel Israel, siendo su objetivo principal el de encontrarse con el Káiser alemán, aspirando a conseguir su apoyo a la idea sionista y su influencia sobre el Sultán turco. Hertzel visitó Jaffa y los asentamientos próximos, y también Jerusalén, donde se encontró con el Káiser. Se presentan ante ustedes varios extractos de su diario, que describen sus anotaciones sobre Jerusalén:
28.10.1898:
«Sólo miro a través de las ventanas, y veo que Jerusalén yace en su gloria. Incluso en su destrucción actual es una ciudad bella, y puede, si viniéramos aquí, ser nuevamente una de las ciudades más bellas del mundo.
Cuando piense en ti en el futuro, Jerusalén, no será con placer. La precipitación oscura de dos mil años está saturada de inhumanidad, falta de tolerancia y la suciedad abunda en los callejones apestosos.
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Si alguna vez recibimos a Jerusalén y si todavía podemos hacer algo cuando llegue el momento, lo primero que haré es purificarla. Todo lo que no sean lugares sagrados, ordenaré desocupar. Levantaré barrios de obreros fuera de la ciudad, limpiaré los nidos de suciedad, los destruiré, quemaré los restos no sagrados y los mercados trasladaré a otro lugar. Luego construiremos una ciudad nueva alrededor de los lugares sagrados, cómodo, aireada, canalizada preservando lo máximo posible el antiguo estilo de construcción.
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30.10.1898:
Estuvimos al lado del Muro de los Lamentos. No soy capaz de emocionarme tan profundamente, ya que en este lugar abunda la fea mendicidad y la especulación. Así al menos era ayer y hoy a la mañana cuando estuvimos allí.
Ayer visitamos la Torre de David. Al entrar les dije a mis compañeros: Podría ser una buena idea del Sultán, encarcelarme aquí. Una vista fascinante a través de las escotillas de tiro abandonadas en la ciudad que se hunde en el atardecer.
Anteriormente paseamos - bastante rápido - por el camino de la Vía Dolorosa, ya que este lugar no les está permitido a los judíos. Zaidner, que vivió aquí antes, se negó a acompañarnos. Podría considerar esto como cierta cobardía y fui a través de la calle del Santo Sepulcro. Mis compañeros me recomendaron no pisar la Iglesia del Santo Sepulcro. También está prohibido pisar en la mezquita de Omar y en el Monte del Templo, debido al boicot de los rabinos. Esto es lo que le pasó a Moisés Montefiori. Tantas supersticiones y tanto fanatismo en todas direcciones.
31.10.1898:
Hoy estuvimos en el Hospital Judío. Abandono y suciedad. En el libro de visitas no tuve otra opción, para no ofenderlos, sobre la limpieza del lugar. Así surgen las mentiras.
Desde el balcón de una vieja sinangoga nos complacimos con la vista del Montel del Templo, el Monte de los Olivos y todo este paisaje legendaria, con el sol de la tarde.
Estoy completamente convencido que es posible levantar fuera de las viejas murallas de la ciudad, una nueva Jerusalén para la gloria. Jerusalén antigua será y permanecerá una clase de Lourdes (localidad en el Sur de Francia que se convirtió en un foco de peregrinación y turismo debido a la revelación de la Virgen María en el sueño de una joven del lugar en 1858), Meca y Jerusalén. Una ciudad agradable y muy elegante es definitivamente posible al lado de la ciudad vieja.
1.11.1898:
A la tarde estuvimos al lado del Monte de los Olivos. Grandes vistas. ¡Que no se puede hacer de este lugar!...
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A la ciudad vieja con sus sagrados restos la atesoraría en capsulas, le sacaría todos los medios de transporte, entre los antiguos muros quedarían sólo las sinagogas y las instituciones de caridad. Y en las laderas de las colinas que nos rodean, que serán purificadas como resultado de nuestro trabajo, se extenderá una maravillosa y nueva Jerusalén. Desde todos los lugares del mundo pasearán en camino hacia el Monte de los Olivos. Si se la embellece, Jerusalén se tornará envidiable. Todo lo sagrado - atesorarlo dentro de las viejas murallas - todo lo nuevo esparcirlo alrededor.
En 1902 se publicó la novela «Tel Aviv» (Altneuland) que escribió Hertzel. Cuando describía a Jerusalén se podían sentir ecos de sus anotaciones cuatro años antes, primero que nada en su visita inicial:
No tan maravilloso fue la vista del día de Jerusalén.
Gritos, mal olor, un laberinto de colores poco claros, una mezcla de gente vestida con harapos, pobres, niños enfermos, hambrientos, mujeres clamando, vendedores ambulantes gritando. Esta gran Jerusalén en la antigüedad no puede caer más de lo que cayó.
Kingscourt y Friedrich miraron los esplendorosos terrenos, hacia los edificios y las ruinas. Vinieron también a la calle del Muro de los Lamentos entristecidos y doloridos. La imagen de los pobres rezando por el salario les afectó duramente.
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Luego, unos veinte años después:
Antes vinieron Friedrich y Kingscourt a Jerusalén por la noche desde el occidente. Y esta vez vinieron de día, desde el oriente. Antes ellos vieron una ciudad triste esparcida sobre dichas colinas. Esta vez vieron una ciudad llena de lujo. Ante ellos se encontraba una Jerusalén muerta, y ahora rejuveneció y vivió.
Vinieron de Jericó y se pararon sobre el Monte de los Olivos, sobre el antiguo Monte de las Maravillas, que desde allí se extiende la vista sobre la tierra y alrededor. Todavía era un tributo a los seres humanos, y los símbolos de las diferentes religiones de diferentes pueblos y generaciones se elevaban, pero se les agregó algo nuevo, fuerte y alegre: ¡La vida! Jerusalén era un gran lego aspirando vida. La ciudad vieja entre las murallas sobre las que el esplendor del retorno se superpone, como los videntes pudieron ver por encima de este mirador, poco ha cambiado. Vieron la Iglesia de la Tumba de los cristianos. La Mezquita de Omar y otras cúpulas y techos que había. Pero increíbles cosas se agregaron.
Aquí por ejemplo, el brillante edificio de lujo en el esplendor de su gloria. Es el palacio de la paz. La tranquilidad de la tolerancia se encontraba en la ciudad vieja.
Pero no así era la vista externa y alrededor. Allí se construyeron nuevas partes de la ciudad, llenas de vías para tranvías, calles anchas y dos hileras de árboles a cada lado, muchas casas, separándolas de arboledas verdosas, grandes y laboriosos jardines, bulevares, escuelas, centros comerciales, edificios esplendidos y casas hexagonales. David mencionó el nombre de los edificios que se elevan en sus entornos. Es una ciudad de mundo. Con el sabor del siglo veinte.
Pero mis ojos miraron sin descanso la ciudad vieja en el centro de la imagen. Se expandía ante ellos, más allá del Valle de Kidron, envuelta en la luz del sol del atardecer, y había un espíritu de buen día rondando sobre ella. Kingscourt ya hizo todas las preguntas que hay que preguntar y recibió todas las respuestas de David. Ahora le preguntó algo acerca de un enorme y majestuoso edificio iluminado con ladrillos brillantes; su techo estaba apoyado contra pilares de mármol, un bosque de columnas, y en cada pilar un encabezado dorado. Y el corazón de Friedrich se paró cuando escuchó de David las palabras:
Este es el Bet Ha Mikdash.