Eliahu Amitzur
Jóvenes
Tomado del "Libro de los Hijos", en memoria de los Caídos en la Guerra de la Independencia. Eliahu Amitzur, uno de los fundadores de Kfar Yehoshua, perdió a su hijo Ami en esta guerra.
como éstos mueren en las primaveras de sus vidas
Altos y robustos, corpulentos y firmes, honestos y modestos, personas que odian las palabras y aman la acción... su interior es su fortaleza. ¿Quién los trajo al mundo? ¿Cómo es que nosotros - personas venidas del exilio con cuerpos débiles y espíritus vacilantes, ricos en discusiones y repletos de problemas - hemos tenido la suerte de ser los padres de estos hijos que con sus espíritus nos han traído la redención y con su sangre nos han comprado la libertad? ¿Es realmente un milagro que hayamos traído al mundo hijos como éstos?
¿Fue realmente por la gracia de Dios y como un obsequio de Su parte que nos ha crecido una generación como ésta? De hecho, no será arrogancia ni un desvío de la verdad decir que no fue por caridad, sino por derecho que ha crecido entre nosotros esta generación de sucesores. Tuvimos el derecho de materializar una visión de generaciones, fue por derecho que hemos hecho realidad el sueño de toda una nación, fue con nuestros cuerpos y espíritus que hemos luchado para erigir aldeas hebreas de agricultores que trabajaron la tierra con sus propias manos, células pequeñas pero poderosas de una sociedad justa con igualdad de derechos y obligaciones. Y, si hubo un frente en nuestra generación de una guerra judía para su renacimiento, fuimos nosotros sus luchadores, sus combatientes en la primera línea. En realidad, somos merecedores de estos hijos que nos han nacido, que son la fuente de nuestra incesante alegría y que nos han devuelto nuestras almas en tiempos difíciles.
Cuando están sentados a nuestra mesa, acompañándonos en el trabajo, en el corral y en el campo, nuestra alma se llena de felicidad porque vemos en ellos el cumplimiento de nuestros mejores sueños y la cumbre de nuestra visión hecha realidad. ¿Como, entonces, no lamentarnos cuando el manantial del que sorbíamos la alegría de vivir queda agotado y destruido? ¿Y cómo no derramarán nuestros ojos lágrimas al no ver ya el esplendor de su juventud, la gloria de nuestros muchachos? ¿Al no oír ya nunca más el eco de sus canciones juveniles elevándose por donde quiera que vayan? Ya nunca más sostendrán la segadera con manos valientes.
Estaban, y ya no están más...