Kvutzot Habejirá de Majanot Haolim
Palabras de bendición en la Fiesta de Sucot en la excursión a Neot Ein Guedi, 2014
"Te regocijarás en la celebración… y estarás realmente alegre" (Deuteronomio, 16)
"A pesar de que todas las mitzvot son para alegrarse en ellas, en la Fiesta de Sucot había allí en el Templo una alegría adicional, como está escrito: 'Os alegraréis ante el Eterno vuestro Dios, siete días'… ¿Cómo era esta alegría? La flauta sonaba, y se tocaban violines, arpas y címbalos, cada uno con el instrumento musical que sabía tocar; y quien sabía con su voz, pues con su voz. Y danzaban y saltaban, cada uno como mejor sabía, y decían palabras de poesía y alabanza" (Halajot Lulav, capítulo 8)
Es una gran mitzvá alegrarse en Sucot. En especial en Sucot. Nos hemos reunido aquí hoy dejando nuestro hogar, nuestra kvutzá, nuestras familias, el círculo de nuestras vidas, para alegrarnos juntos.
¿Por qué es tanta la alegría, precisamente hoy?
La Fiesta de Sucot nos prescribe habitar en la sucá. La sucá es un hogar temporario. Marca el espacio que hay entre la naturaleza y la cultura. El hombre necesita de la naturaleza. Necesita lo vegetal y lo animal, los materiales dispersos en lo natural, necesita del aire, el calor del sol y la caricia del viento. Pero el hombre, cuya virtud es la creación –mientras trabaja la naturaleza y extrae de ella los productos para su uso- está fundando cultura.
La sucá es un hogar. Un hogar que el hombre debe construirse a sí mismo. No viene ya hecha. No está en la naturaleza. El hombre debe ponerse en acción, crear, para que pueda cumplir la mitzvá de la sucá. Debe crearse un hogar en el que, en cierta medida, pueda cubrirse durante esos siete días. No obstante, es un hogar temporario. No tiene las comodidades a las que estamos acostumbrados en el día a día. Está influenciado por la naturaleza, más expuesta a su clima.
Eso es lo que festejamos. La abundancia de la vida y de lo bueno que hay en la naturaleza, y la fe que vive en nosotros en que esta abundancia pueda multiplicar nuestra vida, enriquecerla y hacerla fértil. También festejamos nuestra fe en nuestro poder creativo, de generar a partir de la materia prima, de la nada, del desierto.
La salida al desierto nos demanda lo que nos pide la sucá: regresar al punto de partida, allí donde se nos ofrecían los tesoros naturales y la belleza de la Creación, y está en nosotros hallar el camino para volverlos vitales para nuestra existencia. Debemos conquistar la montaña, hacer una fogata, armar una cena, preparar un espacio para pernoctar, debemos actuar, manteniendo contacto con la naturaleza y con otros compañeros, para sobrevivir en el desierto.
Y vean cuánta y qué buena es nuestra alegría. Pues no solo por esa vivencia primigenia bendecimos hoy, no solo por la majestuosidad de la Creación y por nuestro encuentro renovado con las fuerzas creativas que están en nosotros, sino también por la cosecha.
La cosecha de nuestra siembra, la cosecha de nuestros frutos materiales y espirituales. Bendecimos hoy, también, por los productos de la creatividad. Por el amor entre nosotros, por la amistad, por el pacto entre nosotros y nuestro pacto con el Pueblo de Israel, la sociedad israelí y Eretz Israel. Por las obras de vida educativas, que renuevan el alma y abren sus manantiales, por el coraje de crear una sociedad libre, igualitaria, en la que reine la paz y, ojalá, también la hermandad entre los pueblos.

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