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Fuentes y filosofía/
Purim

Aryeh Ben-Gurion

Leo el Libro de Ester

El enfrentamiento tiene lugar entre dos personajes: el representante del poder absoluto y un ciudadano judío. Amán se considera Dios en la tierra, todos deben arrodillarse ante él e inclinarse cuando sale por la puerta del palacio a la plaza del mercado. Todo el imperio se arrodilla ante él, y un solo ciudadano queda excluido de esa totalidad absoluta: "Pero Mordejai no se arrodillaba ni se postraba".

Mordejai no representaba a nadie; era un individuo con normas religiosas: él no se arrodillaba ante una persona, aunque estuviera al frente del reino. Conscientemente. Arrodillarse ante una persona o un objeto implica idolatría (así definían Jazal quién es judío: quien no es idólatra). Se trata de una norma judía; Mordejai sentía el orgullo judío, se mantuvo erguido y estaba dispuesto a asumir el castigo. Ese Amán que se sentía como un Dios no podía tolerar la situación, hasta que ese individuo se arrodillara.

Mordejai pensó que se arriesgaba sólo a sí mismo, pero puso en peligro a todo su pueblo. Una brevísima mirada del gobernante lo convirtió de "yo" en "nosotros", y ese conflicto personal condujo a que: "Amán procuró destruir a todos los judíos".

Mi conclusión como lector es que el judío no puede ser sólo "yo", siempre será "nosotros". En mi opinión, esta conclusión es válida también para Ester: la mujer más protegida del harén y del palacio, en la habitación más privada del emperador, en donde era tan sólo una mujer sin identidad, la reina del sexo; de pronto llegó el momento de esa desconocida: "una joven virgen de buen parecer". El destino judío la obligó a arriesgar la vida y, antes de desnudarse físicamente, debió exponer su identidad ante el rey: quién soy, cuál es mi pueblo y mi patria. Y así pasó del "yo" al "nosotros", cuando el destino de todo su pueblo dependía de ella, de una sola persona. Todos los judíos.

Cuando termino de leer la Meguilá me pregunto cuál es su mensaje en el último capítulo que no fue escrito. Y mi respuesta es: para evitar los decretos de exterminio de la minoría judía en la golá y porque no debemos confiar en que vuelva a producirse el milagro de Purim (más aún después de la Shoá, en la que no sucedió un milagro de estas características); debemos retornar a casa, a la tierra de Sión y Jerusalén, de la que había sido expulsado aquel judío Mordejai; entonces será un día de fiesta que "se ha convertido de tristeza en alegría y de duelo en día festivo... para que se enviaran porciones de comida unos a otros". Mientras haya un Mordejai en la ciudad de Shushán, deberá disfrazarse.

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