Maoz Jaim, 1971
Y. Carmel:
Las festividades de Israel son de una antigua tradición. Cada una tiene sus símbolos, sus costumbres, sus plegarias e, incluso, su menú culinario. A mí me parece que la tradición permanente, lo que se repite cada año, es lo que confiere su valor cultural-espiritual a la festividad. Como está dicho, cada festividad posee su marco y su contenido constantes.
No es nuestra intención copiar las fiestas a nuestras vidas renovadas tal como fueron construidas durante generaciones, en las circunstancias de un pueblo disperso. Queremos, en cambio, renovar las festividades e introducirles el carácter y el espíritu de un pueblo que regresa a su patria y habita su tierra. Con el comienzo del asentamiento, y con los primeros pasos de la kvutzá, comenzaron en ella la búsqueda y los intentos de modelar formas y contenidos para las festividades, que fueran adecuados a nuestra vida renovada.
Muchos fueron los logros, pero la búsqueda todavía continúa, y es aún largo el camino hasta alcanzar esa forma perfecta, que exprese y fusione la tradición antigua con la nueva forma de vida.
En la víspera de la festividad puede haber una "bonita velada", interesante, cultural, alegre e incluso divertida, para un gran disfrute por los compañeros. Pero, de todos modos, ¿qué tiene que ver ello con esta festividad, la concreta, la vinculada con una fecha determinada (¡una fecha hebrea!)? En el año hay decenas de noches de Shabat en las que se puede (¡y se debe!) llevar a cabo "veladas" de diverso tipo, entre ellas también "veladas con consignas", como fue la noche de Sucot en nuestra kvutzá. Pero la Festividad, toda festividad, debe ser celebrada de modo adecuado a la festividad específica, y de acuerdo con sus contenidos.
¿Qué tuvo que ver, por ejemplo, la noche de Sucot que tuvimos aquí, con la Festividad de Sucot en general?
Una velada así podía haber tenido lugar cualquier viernes a la noche en cualquier época del año, por supuesto que sería del agrado y la diversión de los compañeros. Ni siquiera la ornamentación del comedor, fuera de algunas ramas de palma, tenía algo que ver con Sucot. No había lulav, ni etrog, ni nada que perteneciera a esta festividad.
Nada fue tan sincero como las palabras de una compañera que, al salir del comedor de la kvutzá después de nuestra fiesta de Sucot, reflexionó como para sí misma en voz alta: "¿Y qué harán en Purim?!"

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