Ramat Iojanán, 1976
Gueúla:
Este año hemos festejado la Fiesta de la Cosecha en todo su esplendor, y quiero felicitar a todos los que trabajaron para que así fuera.
Pero no quiero hablar esta vez de las bondades de esta Fiesta, sino elevar algunas reflexiones que me surgen a raíz de las reacciones de algunos compañeros, que se expresaron en especial durante los días de preparativos para la Fiesta.
Un grupo de compañeros jóvenes, en especial los bailarines, reflexionaban en voz alta acerca de si había que celebrar la Fiesta todos los años con el mismo formato. Quizás convenga cancelarla algún año, o celebrarla de un modo más simple y sencillo, sin tanto preparativo. Estas preguntas surgen de una sensación de fatiga, porque estos compañeros contribuyen en todas las fiestas con su tiempo y su esfuerzo, y están muy cargados.
Otra sensación que existe es que una pequeña parte de la gente contribuye a la Fiesta y todo el resto solo disfrutan. Otros compañeros expresaron: "Esta fiesta 'enloquece' a todo el kibutz desde un mes antes. ¿Y para qué? Para una hora de fiesta. O: ¿no aburre ya escuchar todos los años a los mismos locutores, con las mismas frases, y los mismos bailes, que ya parecen un solo baile que se repite una y otra vez?
No elevo estos comentarios para atacar o sermonear, sino para despertar la reflexión, e incluso, quizás, para generar el debate: ¿qué es una festividad, qué es la tradición, cómo debemos celebrar nuestras festividades? ¿Debemos repetir el mismo formato, la misma tradición como lo hace el hombre religioso, con plegarias y canciones especiales y fijas para cada festividad, o debemos cambiar todas esas cosas de tanto en tanto