Tzipora Zaid
Reflexión - Dvora Drejler
Editorial «Davar», 11 de Hadar B, 5689
Escribo yo sobre Dvora, que estuvo ahora en Tel Hadashim, la traje a Kfar Guiladi, la vi en su muerte y en su entierro.
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Sentí que su cansancio no es de trabajo. Hay algo que oprime su espíritu. Se lo insinúe, y me contesto: ¿No escuchaste, que asaltaron a nuestros amigos en el camino? Les sacaron sus vestimentas y sus armas. Le dije: Pero la vida permaneció en sus manos. ¡Ella se enojó y estalló en furia! Imagínate, tomaron el arma de ---, de los primeros guardianes: Tomar el arma de «un guardia», seguramente se volvió loco. Hubiera querido ver su cara luego de los hechos, pero no, mejor que no vimos.
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En un día claro posamos nuestra mirada y vemos que se acerca a Kfar Guiladi un batallón de unos cien hombres, todos armados, y cuatro montados llevan bombas --- en ese mismo momento vi a Dvora avanzando con otro compañero hacia nosotros y en sus hombros rifles. Deben pasar cerca de árabes. Mis ojos se posan en su cara y el corazón tiembla: ¿Qué va a pasar?
Llegaran a nosotros en paz.
La cara de Dvora expresó alegría---
En la noche siguiente trajeron a las dos a Kfar Guiladi en una carreta.
Dvora reposaba junto a 4 compañeros.
La baje---
Dormía, me dije a mi misma y a partir de este pensamiento, comencé a moverla y agitarla. Quería gritar y despertarla de su profundo sueño.
Su muerte respondió a todas las preguntas que se encontraban ante ella.