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Fuentes y filosofía/
Tu BiShvat

Benjamin Gal

Tarde lluviosa en Shvat 

Kibutz Yehiam, 1964

La campana del Kibutz sonó exactamente a las tres y media. Una pequeña nube que flotaba sobre el comedor escuchó su retinar y se apresuró a llamar a sus compañeras. “Dense prisa", dijo la nube más pequeña, “ya sonó la campana, ya comienzan a reunirse y pronto saldrá la procesión”.

Entre las nubes, que habían estado esperando ese momento desde la mañana, se hizo un gran alboroto. Nubes de altas y medianas alturas estaban emocionadas y se movían con su característica inestabilidad.

“Maldito sea este transporte". Gruñó una nube barrigona y preguntó a su vecino: "Disculpe, ¿sabe con qué número de depresión barométrica se llega a la ceremonia de plantación de árboles de Tu Bishvat?" La mayoría de las nubes no preveían una “depresión barométrica acercándose a nuestra región" y viajaban en autostop con el primer viento que pasaba por encima del Kibutz. Una de las primeras en llegar fue una nube negra y regordeta que quiso comenzar a bajar de peso inmediatamente.

"¡Espera, todavía no!" la detuvieran las nubes. "No se han reunido aún todos los plantadores".

Abajo, en el recinto del comedor, estábamos parados, miembros del Kibutz y niños en sendos grupos, esperando que se nos diera la señal. El coordinador del comité de festividades se desplazaba entre los grupos repartiendo arbolitos para plantar y, de vez cuando, lanzaba una mirada preocupada en dirección al cielo. “Esperen un momento, compañeros. Niños, ¡formen fila! ¡Compañeros, ¡prepárense!”

"¡Nubes!" Clamó la nube a cargo de la operación Tu Bishvat. “¡Prepárense! En un momento comenzaremos nuestra tradicional ceremonia de Tu Bishvat. Espero que cada nube conozca su ubicación y que nuestro plan se realice cabalmente. El lema es: “hasta la médula”. Presten atención, no comiencen antes de tiempo. Yo daré la señal".

“¡Mamá!” gimió de pronto una pequeña nube. ¡No puedo contenerme más! “Necesito...”

¡Silencio! dijeron las nubes, “señora Lluevez, llévesela de aquí”.

La señora Lluevez tomó a la pequeña nube de la mano y se la llevó al wadi. Hazlo aquí, pequeña. Si comienzas a mojar al público antes de tiempo, podrían cancelar la ceremonia de plantación de árboles. ¡No vaya a ser que arruines la alegría de las nubes!".

“¡Compañeros, ¡formen fila para comenzar el desfile!" clamó abajo el director de la ceremonia. "Yekutiel comenzará a cantar". “¡A las posiciones!” Gritó el jefe de la operación. “¡Prepárense!” “El almendro florece…” cantaba Yekutiel con entusiasmo.

“¡Abrir el cierre de seguridad!” Ordenó la comandante nube mayor Mojarita Gotález.

“el sol dorado brilla…”.

“¡¡¡Fuego!!! es decir: ¡¡¡Agua!!!”

Al principio solo escuchamos unos pocos disparos exploratorios. La brigada de vanguardia de las nubes buscaba el punto débil del público que marchaba hacia el área de plantación de árboles

“... los pájaros, desde todos los techos...” ¡TRÁJ! Una gota gruesa y bien apuntada aterrizó ruidosamente en la calva de Yerajmiel.

“… anuncian la llegada de la fiesta…” - un corto tiroteo disparado por una nube francotiradora acertó el cuello de Guitel.

“Ha llegado Tu Bishvat, la festividad de los árboles…” - dos largos tiroteos arruinaron completamente el peinado de Ilana.

“¡Caminen más rápido!" El director de la ceremonia apresuró la marcha. "Todavía no llueve".

“¡Intensifiquen la lluvia!" Ordenó la comandante nube mayor Gotález. “¡Cubran toda el área con agua cruzada! ¡Reserva! ¡diríjanse al ala derecha, donde dos plantadores intentan esconderse en el club juvenil!”.

“¡Compañeros, esto aún no es una verdadera lluvia! gritó el director de la ceremonia - "Yekutiel, ¿por qué no cantas?"

“Así caminan los plantadores…” siguió cantando Yekutiel mientras trataba de hacer equilibrio sobre un pie, porque su bota derecha había quedado atrapada en el espeso barro.

Llegamos al área de la plantación de árboles empapados hasta los huesos, pero, aún así, no renunciamos a plantar nuestros arbolitos. Incluso llevamos a cabo la ceremonia, aunque no en su totalidad. La comisión de fiestas improvisó una ceremonia abreviada. Guitel, que estaba temblando de frío, gritó: "A pesar de la impetuosidad de los cielos... ¡Aaa... chís! Hemos venido hoy... ¡Aaa... chís! ¡Salud! Para plantar árb... ¡Achís! ¡En ti, el barro de la patria!" Y Paltiel recitó con excesivo entusiasmo el lema conocido, pero con una modificación actual: “una semilla has sembrado - ¡Seguro! Un árbol has plantado: ¡HUYE!"

Y eso es precisamente lo que hicimos. Cubrimos apresuradamente los arbolitos recién plantados y huimos. Yo también tomé a mis hijos pequeños y corrí con ellos a la habitación y, una vez allí, después de exprimirles el agua y secarlos al lado de la estufa, les conté sobre la festividad de los árboles y sobre la primavera que despierta en Tu Bishvat pero que, a veces, se le olvida poner el despertador.

Cuando terminé mi relato, aún alcancé a ver a través de la ventana la brigada de nubes que retrocedía hacia el este dejando tras ellas un cielo exasperadamente despejado. En la retaguardia flotaban gruesas nubes, todavía repletas de lluvia, pero, ¿qué sentido tenía desperdiciar la munición en vano, si de todos modos la ceremonia de la plantación de árboles ya había terminado? Una nube traviesa volteó la cabeza y dijo con un guiño: “escuché que piensan hacer el Seder de Pesaj al aire libre, en el césped. Me parece muy bien. Allí estaremos...”

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