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Literatura y poesía/
Conmemoración del Holocausto

Abramek Koplowicz

¡Hurra el Departamento!

¡Hurra el Departamento! donde abunda la alegría y el placer,
los zapateros, en ronda sentados,
con los martillos golpean: uno, dos, tres...
y el trabajo les urge en las manos.

Uno silba, otro canta,
el supervisor pasa y no se enoja,
porque cuando cantan foxtrot,
los clavos corren y bajo los martillos se colocan.

El supervisor es un buen muchacho,
le encanta filosofar y bromear,
(y cuando) dice una buena palabra,
(ésta) entra directo al corazón.

Los martillos golpean con alegría
mientras las pinzas tamborean una melodía.
Las sandalias de madera se acomodan en línea,
los zapateros están todos sudados,

[...] y la sopa que les dan en el Departamento
para dos horas de trabajo es suficiente.
Pero ellos, con el sudor de sus frentes,
diez horas se aplican y esfuerzan
y, apenas una hora después de comer,
ya hambre vuelven a tener.

A eso se añade otro asunto muy serio:
¡Está estrictamente prohibido fumar!
El subjefe y la responsable de la sala
son responsables de ello en nombre de todos.
Y si ocurre que alguien fuma,
éste deberá salir inmediatamente al vestíbulo
porque, si Shia sorprendiera al desdichado,
se lo llevaría enseguida a la estación de policía.

Porque Shia el ayudante es bastante sádico,
una persona que se merece varios golpes,
no menos de trescientos.

La responsable de la sala, la subjefe
condena todo desorden y desajuste,
y quiere a casi todos
los que (guardan) el orden.
Porque su nombre es “Liebhabar”,
y ojalá que sana que se nos mantenga.

“Herr Leiter” - el jefe del Departamento,
Gotriman - un hombre que con sentido de justicia,
inteligencia, energía y tiranía (!)
nos dirige todo el tiempo,
con ayuda de la congregación de apóstoles.

También Don Brilinski,
quien trabaja con sudor,
substituye al director.
Cuando “Herr Leiter" se ausenta,
Don Brilinski celebra
y nos controla con mano dura

Don Rakovski - el entrenador adjunto
es amistoso y complaciente
(...) por encima de los zapateros,

(...) más arriba de los moldes,
mayormente agachado,
prepara lo necesario para el jueves.

La responsable de la sala,
una señora sumamente amable,
tiene buena cabeza.
Ella recuerda los nombres de todos
en cada departamento, tanto de los diarios
como de los contratistas,

dejando a todos realmente sorprendidos.
Y Don Verheim - el jefe del departamento,
a todo quien llegue con atraso dará escarmiento
y, bastante a menudo, pierde la “contaculca”.
Su adjunto es realmente un buen muchacho,
se la pasa esperando a quien dar (¿un golpe en la cabeza?)

y cuando se enoja rocía como un grifo.
Aquí en la tabla de turnos también ocurren pequeñas irregularidades,
en la sala número cinco no se cumplen los horarios (¿meticulosamente?).
Una vez como si fuera por accidente, otra
no de acuerdo al plan y, nuevamente, al final de la cola 
nos colocan. Éste es nuestro amargo destino, ya que
somos siempre los últimos en recibir el almuerzo.

Para el quince de diciembre estaba planeado celebrar una fiesta,
para ello recolectó la gerencia dinero de nosotros.
Cada uno dio su marco para el que tan duro trabajó.
El quince de diciembre anunció la gerencia
que nuestra fiesta a enero sería pospuesta.
El quince de enero anunciaron solemnemente,
que la fiesta se pospondría por tiempo indeterminado.
Sólo nos resta rezar a Dios y el deseo expresar,
de que si para entonces con vida e ilesos llegamos,
logremos celebrar nuestra fiesta el próximo año.

Y, a pesar de todo, resulta bueno este edificio,
porque el Departamento produce un material excelente.
¿(para) bien de quién? Eso lo saben sólo los zapateros,
y ello lo contarán en otros tiempos (¿mejores?)
(...) Que me disculpen aquellos que no he descrito
(...) y perdóneme si no los he mencionado,
porque a pocos he conocido y no se juzga a un asunto o una persona
sólo según las apariencias.

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