Natán Yonatán
Érase una vez un ser humano... y ya no está...
Érase una vez un ser humano.
Así nos gustaría leer las historias de nuestras vidas,
serlas como una antigua leyenda transparente, triste y consoladora.
Érase una vez un ser humano cuyos tormentos se multiplicaban sin fin,
y cuyo corazón no alcanzaba para contener su propio dolor
y el dolor del mundo.
Érase una vez un ser humano cuyo amor por la belleza de las personas
lo fascinaba: lo embelesaba, iba cautivado tras ella
hasta extinguirse como una vela.
Érase una vez un ser humano que, durante toda su vida,
quiso moldear el fuego de su corazón como una visión
encendida ante sus ojos
y, cuando su fuego se extinguía un poco,
y el frío tocaba sus dedos -
cuánto deseaba ser otra vela encendida hasta su fin,
hasta su fin.
Y, entonces, escribir con la cera que goteaba de la vida,
como la resina de los árboles en los bosques,
con sus propias manos escribir
la leyenda de su vida: érase una vez un ser humano...