Jaim Najman Bialik
Mi Madre, de Bendita Memoria
De diálogos con el justo Z"L de Vilednik
Mi madre de bendita memoria era una justa total
y en su viudez, pobre y miserable.
Era la víspera de Shabat, el sol en la copa de los árboles,
y en su casa no había vela, ni cena festiva.
Revisó y halló aún –por milagro- dos monedas:
"¿Pan o velas?" Cojeó,
corrió y regresó, y en sus manos la carga sagrada:
dos velas de bendición.
Siete estrellas en el firmamento y noche de Shabat mi madre
Siete velas en ella: sus ojos.
¿Sentenciará Dios en el Shabat de su santidad? Y si sentencia, ¿qué hará la mujer?
¡Sea su Nombre bendecido por los años dados!
Bendecirá sobre un mantel limpio sin rodaja de pan,
colocará un chal sobre su cabeza,
cambiará su vestido y se preparará para Dios
y para el sagrado Shabat.
Y fue cuando encendió las velas, no pudo contenerse,
por la amargura, porque hervía su corazón,
lloró esa santa, una lágrima cayó
por las arrugas de su mejilla
y una vela se agitó y se apagó.
Así se avergonzó el Shabat, ciego de un ojo.
Encolerizó la mujer:
"¿Despreciarás, Dios, lo que da esta viuda?
Si ha pecado Tu sierva,
¿cuál delito es el de Tu Shabat?
¿Por qué su ojo has arrancado?" Y allí parada, cerrados los ojos
sus manos cubren su cara, presa de náuseas,
se sacudieron los hombros y el chal en el ahogo del llanto
en el ardor de su plegaria.
Los abismos de su corazón bramaron, madres y querubines
sollozaron de su garganta.
No había escuchado aún el Oído Celestial, no había visto aún el Trono de Honor
al envolverse así el alma en su agonía.
Entonces cayó de la mejilla justa otra lágrima ardiente,
esquirlas de fuego en llama,
que cayó, e inundó la casa de una luz secundaria, pues encendió
la vela que había apagado.
Casi abría mi madre sus ojos cansados y vio:
una luz de siete días brillaba.
Pues el Espíritu de Dios los besaba. Que el mérito de la Justa
sea en nuestro favor, y en el de todo Israel.

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