Cómo es que las espinas secas en el camino

aún recuerdan aquel cansino fin de verano,

cuando las espigas desenfundadas se tornan bajas

y sus semillas se dispersan al viento.

 

Y entre los evadidos en las mañanas de rocío

Se eleva a la distancia, con ojos anhelantes,

su fuego sobre el altar de nuestras

palabras gastadas: la peor tormenta de las noches.

 

Al parecer exageramos en nada esperar,

en el placer y la inocencia, sin los cuales,

no podremos perdonar todos los errores

ni las promesas cuyo momento de entrega ha llegado.

 

En breve nuevos brotes,

con las esperanzas de los colores del arco,

despertarán y se elevarán hacia las altas rocas

hacia el que hace soplar los vientos, hasta el hacedor de las lluvias.

 

Y el aroma de la comida ya acecha

frente a tu ventana, en la casa de al lado,

antes que la cena festiva que ya viene

sea servida en tu mesa tendida.

 

Entonces, juntos, recogeremos los actos

y las señales dejadas como presas,

para que las tomen los que salen, y los que entran.

 

Y las slijot del verano que pasó.