Natán Alterman
Sobre el niño Abram
Estaba dormido en los escalones de su casa en Polonia, al fin de la guerra, temeroso de ir a su cama.
Una ciudad polaca,
la luna brilla en las alturas
y, como siempre, las nubes flotan a la deriva.
Cuando cae la noche, el pequeño Abram
se acuesta en los escalones de piedra de la casa.
Su madre se presenta ante él, muy cerca,
pero sus pies no tocan el suelo.
Y le dice: Abram, la noche está húmeda y fría.
Ven a casa, la cama está tendida.
Y Abram le contesta:
madre, mi madre,
no dormiré en la cama como cualquier niño;
porque en ella te he visto,
madre, mi madre,
dormida con una daga en el corazón.
Su padre entonces viene y le extiende la mano
y lo regaña, transparente y alto,
diciéndole: Abram, ven a casa ya mismo,
Abram, hijo mío, ven rápidamente a casa.
Y Abram le responde:
padre mío, mi padre,
allí temeré cerrar los ojos;
porque allí te he visto,
padre mío, mi padre,
durmiendo en silencio sin tu cabeza sobre los hombros.
Entonces se irguió ante él su hermana pequeña
y, llorando, le pidió que fuese a casa.
Y Abram le contestó: allí estás tú durmiendo
con las lágrimas de los muertos en las mejillas.
Entonces se presentaron ante él las setenta naciones
y le dijeron:
¡Estamos aquí sobre ti!
¡Con setenta decretos de ley y setenta hachas
a tu casa te haremos volver!
¡Te recostaremos en la cama tendida,
y en ella, como tu padre, en silencio dormirás!
Y Abram, en sueños
grita “¡papá!”
y llama a su madre por su nombre, y ella le contesta:
Hijo mío, mi bendición... si no fuera por el cuchillo en mi corazón,
el corazón se me partiría en dos.
Entonces, durante la noche, se dispersó el silencio
y palideció la luna
y, frente al brillo de las dagas ansiosas por cazar,
llegó la palabra de Dios a Abram, a Abram
que dormía en el corredor de la casa;
diciéndole: no temas.
no temas, Abram,
porque grande y poderoso te haré;
anda y ve, a través de la noche de dagas y sangre,
a la tierra que te mostraré.
Anda y ve, a través de la noche de dagas y sangre,
como un animal, como un gusano, como un pájaro.
A tus bienhechores bendeciré, Abraham,
y a tus malhechores maldeciré.
*
-- Y es así que, a este capítulo de la historia
se ha dado un nombre en este mundo: ¡el problema de los refugiados!
Pero no es ése el problema,
ilustres funcionarios...
¡tampoco es el que desgarra bolsas y alambres de púas!
¡ni es el que conduce los barcos al mar!
Puesto que quien los conduce es un trueno antiguo y supremo,
y los conduce el decreto de los nacimientos del pueblo,
y los conducen las palabras del Dios de Abram.
*
- y se atemorizó mucho Abraham y se postró sobre su rostro
y salió de la casa y del portón
porque el decreto que tronó sobre Abram el padre
truena también sobre el joven Abram.