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Fuentes y filosofía/
Tel Hai

Carta de Trumpeldor a su padre, desde el cautiverio en Japón

20 de enero (2 de febrero) 1905.

¡Estimado padre!

A pesar de que los traductores japoneses están muy ocupados y piden que escribamos solo breves cartas, de todas maneras estoy seguro que comprenderán un caso excepcional y se comportarán conmigo más allá de la ley y no descalificarán mi carta debido a su longitud.

Recuerdo que en una de sus cartas me escribió que su corazón confía en mí, que también en el campo de batalla no avergonzaré, como no avergoncé en mi vida de paz, ni su nombre ni el nombre de mi pueblo judío ni el nombre del ejército ruso. Entre las cosas que me escribió entonces, decía que lo alegraría mucho si me dieran una mención de honor militar y me elevaran al rango de Teniente Oficial. Y sin embargo, aunque recibir una medalla de excelencia depende de la mayoría no solo en el resto del verdadero espíritu, sino también en una buena cantidad de mediación deliberada y, naturalmente, de preservar mi dignidad y no humillarme ni siquiera una vez con una pequeña mención o alusión, de todas maneras soy hoy un teniente oficial, condecorado con una mención de Excelencia Militar de Cuarto Rango y también candidato para los premios de tercer y segundo rango. Con orgullo puedo decir que obtuve todos ellos con dignidad y justicia, por medio de mis actos en el campo de batalla.

 

Cumplí mi obligación y mi corazón está purificado. Ahora solo tengo un deseo, y es que todos ustedes, especialmente usted y mamá, no se arrepientan de que por ello perdí mi brazo izquierdo. El 20 de agosto de 1904, el último de tres días de guerra en el Monte Oglobaya (Fortaleza) fui golpeado por pedazos de bala de cañón y rociado con piezas en un codo y entre esos dos lugares. Luego de algunas horas me amputaron inmediatamente la parte inferior, un poco arriba del codo, y después de 100 días salí del hospital. Me siento sano y capacitado para seguir participando en la guerra.

 

Presenté una solicitud para que me den la espada y la pistola. De la orden que le envío aquí sus ojos ven, que este acto, un simple acto de compañerismo y no más que eso, incentivó al comandante del batallón balístico veintisiete para el Este de Siberia, el general Patrusha, escribir sobre mí palabras de gloria exageradas. Me elevaron al rango de Teniente Oficial, me entregaron un destacamento, y espero estar así parado con mis buenos muchachos hasta el final y defender bien la tierra que tan llena está de nuestra sangre. Pero he aquí que pasó solo un mes, un duro mes, y la fortaleza fue entregada al enemigo y nosotros dejamos nuestras armas.

Nuevamente les pido no lamentar mi brazo; primero que nada. Incluso si se lamentan esto no ayuda en nada, y segundo, muchos son los que tanto la derecha como la izquierda perdieron y todavía siguen con vida. Por otro lado espero, que también mi única mano derecha, con la que escribo esta carta, me de vida de manera que incluso quienes tienen dos manos me envidien.

Los japoneses se portan muy bien con nosotros. El clima es como el nuestro en el mes de abril. [Ilegible] es muy grande. Pero lo mismo es aburrido aquí. Pero mejores días vendrán. Cálidos besos para usted, para mamá, para Frida (seguro que creció y se convirtió en Sionista), para Luba, Dora y el resto de nuestra familia.

Un fiel saludo a los conocidos. Espero que me contesten pronto y extendido. Te quiero, su hijo Osia.

Escribí: Japón. Osaka Po kamadera. Sección de rehenes de guerra.

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