Rabí Elimelej y Rabí Zusia sentían la santidad del Shabat semana a semana, desde su llegada hasta su salida, especialmente cuando los piadosos se reunían alrededor de la mesa sabática e intercambiaban enseñanzas bíblicas. Cuando se encontraron en cierto lugar, le dijo Rabí Elimelej a Rabí Zusia:

 

“Hermano, a veces me embarga el temor de que mi sentimiento sabático no sea verdadero sino imaginario, y si es así, tampoco mi devoción divina es verdadera.”

 

“Hermano”, dijo Zusia, “a mí también me ataca ese temor de tanto en tanto”.

 

“¿Qué haremos?”, preguntó Elimelej.

 

Dijo Zusia: “Cada uno de nosotros debe hacer un banquete sabático en un día laborable, con todos los detalles, y hacer la tertulia con los piadosos sobre temas bíblicos. Si sentimos la santidad sabática, será una prueba de que nuestro camino no es verdadero; y si no sentimos nada, será señal de que nuestro camino es cierto”.

 

Lo hicieron. Hicieron un banquete sabático en un día laborable, vistieron sus ropas sabáticas, se pusieron el “shtraiml” en la cabeza y se sentaron en compañía de piadosos a discurrir temas bíblicos. Enseguida los embargó un sentimiento sabático, como en Shabat.

 

Cuando volvieron a encontrarse, preguntó Rabí Elimelej:

 

“¿Qué hacemos, hermano?”

 

“Vayamos a Mezeritch”, dijo Rabí Zusia.

 

Fueron a Mezeritch y le confiaron a su Rabí lo que los preocupaba.

 

El Maguid les dijo: “Si habéis vestido ropa sabática y os habéis puesto el shtraiml en la cabeza, es legítimo haber sentido la santidad sabática, dado que la vestimenta sabática y el shtraiml tienen el don de prolongar en la tierra la luz de la santidad del Shabat. De modo que no tenéis nada que temer”.