Lo que más recuerdo de aquella noche del 29 de noviembre de 1947 son los gritos ensordecedores que no cesaban de repetirse: “¡Estado hebreo! ¡inmigración libre!".

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Al lado de nuestra casa de la calle Borojov de Tel Aviv pasaban los camiones (en el lenguaje de aquellos días: coches de carga) y las camionetas en los que, para nuestra gran sorpresa, se colgaban multitudes de personas - en los techos, la parte delantera, el interior y el exterior de ellos... y todos, absolutamente todos, clamaban al unísono y a plena voz: “¡estado hebreo, inmigración libre!”. Los gritos continuaron toda la noche, hasta el amanecer. Las multitudes, ¿o tal vez sólo me pareció? - tamboreaban sobre la chapa de los automóviles. ¿Tamboreaban? ¡Golpeaban como locos!

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Yo era un niño pequeño a quien su papá sacó de la cama para que sea testigo de un evento histórico. Recuerdo con toda claridad que fuimos a King George, cruzamos el jardín Meir, probablemente para llegar a la plaza Mughrabi. Hasta aquí llega el recuerdo. La gente bailaba, centenares agitaban banderas. Un tremendo alboroto a las doce y media de la noche. “¡Estado hebreo, inmigración libre!”.