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Fuentes y filosofía/
Shabat

Velas de Shabat

Del periódico de uno de los kibutzim

Es muy difícil fijar un límite claro entre la tradición de un rito en particular y su aspecto religioso. Probablemente, no existe tal límite claro en la mayoría de las costumbres. Antes de decidir la introducción de tal tipo de costumbres en el tejido de nuestras vidas, conviene sopesar muy bien y contemplar la problemática desde numerosos y variados puntos de vista. Todo aquel que sigue con atención los desarrollos de la vida civil en nuestro Estado, podrá advertir fácilmente el rápido crecimiento en el número de los "amantes de cumplir las tradiciones". Muchos son nuestros amigos, conocidos desde hace años como personas con visiones netamente laicas, y de repente los encontramos cumpliendo diversos preceptos de la tradición pura y simple. No es solamente mía la idea de que esta corriente va en aumento y de que son muchos los que se dejan arrastrar en ella. Personalmente, veo en este fenómeno masivo un serio peligro. No es posible que también nosotros, los miembros de los kibutzim, contribuyamos de modo alguno al crecimiento de la corriente, ni siquiera bajo el argumento de reforzar los símbolos de la conciencia judía. Sería una ingenuidad no evaluar correctamente el peligro que conllevan maneras y ritos "tradicionales" como el encendido de velas y sus similares.

 

Fuera de los kibutzim se fortalece cada vez más, de por sí, el sector de los que cumplen la tradición religiosa en diversos grados. Sería conveniente recordar aquí la manera los hombres de la compulsión interrogaban a los niños sobrevivientes de la Shoá. A veces se valían de una pregunta "inocente": «¿Solía tu madre encender velas en Shabat? Si lo hacía, entonces provienes de un hogar religioso».

 

Y ahora nosotros, en nuestro hogar progresista y libre pensante, queremos introducir costumbres como esa, que en el pasado no lejano sirvió para el examen de un hogar "verdaderamente judío". Es cierto, nosotros no corremos peligro por el simple hecho de cumplir el precepto del encendido de velas, pero debemos pensar qué interpretación darán las personas de afuera a esta nueva costumbre. Con nuestras propias manos, e inconscientemente, estaremos reforzando al sector que nos combate.

 

Recuerdo a un joven laico, que se oponía de manera extrema a toda conciliación con el sector que nos quiere imponer una forma de vida a su gusto. El joven argumentaba que el sector kibutziano ni siquiera combatía de modo efectivo la compulsión religiosa. Según su opinión, nuestra lucha no se hacía sentir y no rendía fruto alguno. En efecto, no se puede negar, aquellas parejas aisladas y extraordinarias en el movimiento kibutziano que decidieron vivir una vida familiar basados en matrimonios por civil, no lograron que otros jóvenes se sumaran a su marcha y los siguieran. Así fue acallada su voz, y nuevamente esta carece de eco. Más aún, los jóvenes fueron sin problema y sin ninguna vacilación, a encontrarse con toda facilidad bajo un paño sostenido por cuatro palos; menos mal que, por lo menos, en los últimos años dejamos de practicar ese rito dentro de nuestro hogar kibutziano.

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