Yitzhak Zuckerman
Yitzhak Zuckerman
Nuestras armas eran: pistolas - una pistola para cada uno, unos pocos rifles, una pistola automática, minas colocadas en cinco o seis lugares, bombas de producción propia de gran potencia explosiva, botellas incendiarias, granadas polacas y alemanas para protección y para ataque.
Pero, además, teníamos otra arma: un gran ideal, voluntad y disposición al sacrificio. Veíamos en la rebelión un ideal principal en nuestras vidas. No considerábamos que tuviéramos derecho a vivir y errar por este mundo tras la aniquilación de cincuenta mil judíos en Varsovia y cientos de miles de judíos en otros lugares, a no ser que viviéramos únicamente en nombre de la Rebelión.
Y todo, lo bueno y lo malo, cada paso, cada pensamiento, cada acto, era examinado desde esta perspectiva: rebelión o no rebelión.
Había un espíritu en el movimiento pionero y en los movimientos juveniles que decía: ¡Rebelión! Pensamiento - rebelión, vida - rebelión. Todo estaba dirigido a la rebelión.
Sabíamos que Israel existía y existiría y que, a veces, la muerte daba sentido a lo que quedaba por vivir. Sabíamos: por el bien de la vida y por aquellos que se encontraban al otro lado del mar, para ellos y para nosotros, para su honor y el nuestro, para lo que aún vendría y para las generaciones venideras ¡Rebelión!