Abraham Aderet
Estudiante de la Yeshiva
Ayelet Hashacar, 5728
Ansiaba escuchar lo que un joven estaba pensando, un estudiante de una Yeshiva, sobre esos días
Vuelvo de Jerusalén a la Shfela, de una experiencia superior de visita en la ciudad vieja que la de los días comunes. Allí abajo junto a mí, está sentado un joven, Abrej Meshi, vestido con un largo y negro saco. Su rostro es delicado y sus ojos brillantes.
Pasan frente a nosotros largas caravanas de autos, grandes y pequeños, que llevan judíos que vienen a visitar a la Jerusalén liberada.
Vi a mi vecino de viaje observar las caravanas y ansiaba escuchar lo que un joven estaba pensando, un estudiante de una Yeshiva, sobre esos días. Le dije: «Existiremos en ella y a ella vendrán todos los pueblos.»
Me miró con sus grandes ojos y me respondió desde su interior: «Efectivamente, todos los pueblos, profanan la Santidad de Jerusalén, viajan a ella como a un festival de pueblos...»
Y así se desencadenó nuestra conversación, que se prolongó hasta el cruce de Bet Shemesh. Dije sin ganas de ser arrastrado a una discusión: «De todas maneras son judíos y Jerusalén se encuentra cerca de sus corazones».
Y responde en tono desafiante: «Para ellos Jerusalén es «Jerusalén de oro» y para nosotros es «Jerusalén de arriba.»
No interrumpí: «Ya ha sido mencionado, «irá el hombre en nombre de su Dios», cada uno tiene su Jerusalén, a semejanza de su espíritu, pero para todos hay una Jerusalén, que es el corazón de la nación.
Mi joven vecino se paró de su asiento y respondió entusiasmado mirando hacia las montañas: "Pisotean el nombre de Jerusalén, la Ciudad Santa: Profanan su santidad, viajan por sus calles en Shabbat. Se entristece el Muro de los Lamentos de ver a los judíos profanar el sábado para venir a verlo...»

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