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Fuentes y filosofía/
Janucá

Ytzhak Sade

La sangre de los Macabim

En la Diáspora, nuestra sangre se ha derramado como agua durante muchas generaciones y cientos de años, en todos los países y en todos los climas, pero no ha hecho brotar ninguna planta ni surgir ninguna flor. Sólo han quedado charcos, charcos de sangre polvorienta que se han secado con el paso del tiempo. Sólo en esta tierra, en la patria, entre otras flores surge esta flor baja y pequeña, una flor roja llamada "sangre de los Macabim" (siempreviva)...

Aquí hemos deambulado por los caminos, respirado el aire de Modiín, visto el paisaje de las colinas desnudas, trepado por los acantilados, subido y bajado por los caminos y senderos recorridos por los Macabim. El espíritu se ha colmado de vitalidad y revestido de piel, huesos y tendones. El espíritu de los Macabim se ha convertido en la táctica macabea, y hemos sabido que unos pocos podían luchar contra muchos, cómo tan sólo un puñado de hombres podían doblegar cuarteles. El espíritu de los Macabeos se ha convertido en nuestra táctica, su fe se ha transformado en un arma. Porque la justicia debe hacerse realidad aquí y para nosotros. No me refiero a un sueño de justicia ni a una comprensión abstracta del concepto de justicia. Aquí la justicia debe ser tangible; aquí crecerá como los campos de trigo, cebada y cereales, en los campos sembrados con lágrimas y cosechados con regocijo y, si es necesario, regados con sangre...

Esa misma sangre, digámoslo con toda sencillez y seguridad, fluye por nuestras venas. En este aspecto, somos como ellos. Y cada gota de nuestra sangre que caiga en el suelo patrio, hará brotar una flor baja, pequeña y roja que llevará el nombre de los Macabim. Porque és la razón por la cual esta tierra hace crecer para nosotros toda clase de plantas y flores.

Ustedes, mis amigos, no son héroes ni gigantes, sino personas corrientes, inmersas en la vida cotidiana, que se ocupan de miles de cosas, pero que han recibido el legado de Ha-Macabi: pepitas de oro.

Me siento feliz de verlo en las profundidades de la tierra, en el polvo de la vida cotidiana.

 

Itzhak Sadeh, comandante del Palmach, describe cómo a partir de la vida en Israel y la familiaridad con la misma, esa generación se inspiró en los Macabim, y cómo sus compañeros, los miembros del Palmaj, son los herederos de los Macabim.

 

 

 

Categorías: Fuentes y textos, la Edad Moderna y el sionismo, reflexión, heroísmo, resugimiento y soberanía

 

Palabras clave: La fiesta del heroísmo sionista, Macabim, la senda justa

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